Ángeles Fernández Arche, Departamento de Farmacología, Universidad de Sevilla. Resumen de la presentación en el 9º Congreso de Fitoterapia de la SEFIT (Menorca 18-21 de Mayo de 2017)

Cannabis sativa. Foto: Chmee2 (licencia CC)
Cannabis sativa L (Cannabaceae) es una planta herbácea anual, conocida y utilizada desde hace siglos como fuente de medicamentos, de fibra textil y de alimentos. Los cannabinoides, principios activos de naturaleza terpénfenólica, son los responsables de los principales efectos psicoactivos del Cannabis y algunos de ellos poseen un importante potencial terapéutico, siendo actualmente objeto de numerosas investigaciones orientadas a descubrir todas sus aplicaciones posibles en patologías como el cáncer y otras enfermedades degenerativas.
La semilla de cannabis, que no contiene cannabinoides, pero posee un alto valor nutricional, es considerada como un superalimento (25% de proteínas 20-30% de carbohidratos 25-35% de aceite, 10-15% de fibra, K, Mg, P, etc.). Ha sido ampliamente utilizada como tal, procesada en diferentes formas (cruda, cocida, tostada) sobre todo para alimentación animal.
El aceite obtenido por expresión en frío de esta semilla, además de tener favorables características organolépticas, contiene una composición rica en ácidos grasos poliinsaturados, omega 3 y omega 6, encontrándose en una proporción 1/3, que se considera la ratio óptima para la nutrición humana, aportando su consumo beneficios sobre el metabolismo lipídico, la salud cardiovascular el sistema inmunitario etc.

Ilustración de Cannabis sativa. Fuente: Köhler’s Medizinal Pflanzen (1897)
La demanda de aceites vegetales para el consumo humano junto con el actual interés del papel funcional y nutricional que tienen las grasas en nuestra dieta, ha promovido el interés por conocer otros componentes minoritarios, diferentes a los ácidos grasos que también están presentes en el aceite y que junto a este beneficioso balance entre omega 3 y omega 6, podrían aportar un alto valor funcional a este aceite.
Por todo ello, una parte de nuestra investigación se centró en el análisis de los componentes minoritarios que se encuentran en la fracción insaponificable de este aceite. El estudio fitoquímico, confirmó la presencia de un 55% de ácido linoleico, un 16% de ácido linolénico y un 16% de ácido oleico. En la fracción insaponificable, se identificaron numerosos compuestos, muchos de ellos de naturaleza terpénica, como esteroles, siendo el mayoritario el beta-sitosterol, alcoholes terpénicos, como fitol y cicloartenol, así como tocoferoles. Todas estas determinaciones contribuyeron a un mejor conocimiento de este producto vegetal.
Por otro lado, también quisimos probar el efecto de una dieta suplementada con este aceite sobre diferentes parámetros asociados a la enfermedad de fibromialgia (alodinia, hiperalgesia, trastornos cognitivos y emocionales) utilizando un modelo animal, validado por nuestro grupo de investigación (Modern Rheumatology, 2016), que se basa en la inducción de estrés por frío intermitente, emulando así algunos de los síntomas que presenta esta enfermedad. Tras alimentar durante varias semanas a los animales, le sometimos al modelo de estrés y valoramos diferentes parámetros, comparando frente a un control alimentado con dieta base, pudiendo observar como la modificación de los lípidos consumidos en la dieta, en este caso la suplementación con el aceite de cáñamo, fue capaz de modular la respuesta a estímulos dolorosos y frente a síntomas como la ansiedad y la depresión o la fuerza muscular.
Después de este estudio, el aceite de cáñamo se mostró como un posible suplemento funcional para mejorar los síntomas de esta enfermedad, pudiéndose prevenir con su ingesta las crisis más severas y así mejorar la calidad de vida de estos pacientes.