Lavandula angustifolia. Foto: N. Nagel (licencia CC)
Roser Vila. Unitat de Farmacologia, Farmacognòsia i Terapèutica, Facultat de Farmàcia i Ciències de l’Alimentació, Universitat de Barcelona. Ponencia en el 9º Congreso de Fitoterapia de SEFIT – 9ª Jornada Farmacéutica de la Isla del Rey. Menorca 18-21 de mayo de 2017
El empleo de los aceites esenciales con el objetivo de mejorar la salud física o mental, o simplemente para conseguir una sensación de bienestar, tiene una larga tradición. Ya desde la antigüedad han sido utilizados con estos fines en diferentes culturas, llegando hasta la actualidad en que su empleo para combatir la ansiedad, el estrés, la depresión, el insomnio, mejorar el estado de ánimo, la atención o la memoria, está muy extendido.
Los efectos de un aceite esencial sobre el estado de ánimo y emocional pueden ser prácticamente instantáneos y son el resultado de una actuación tanto directa como indirecta a nivel de SNC. Para muchos aceites esenciales o sus componentes, el conocimiento sobre los mecanismos a través de los cuales tienen lugar estos efectos es limitado.
En terapéutica los aceites esenciales se emplean principalmente por vía inhalatoria, por vía tópica externa (transdérmica) o por vía interna (oral). En cualquier caso, sus diferentes constituyentes deberán ser absorbidos en mayor o menor grado, pasar a la circulación sanguínea y ser transportados hasta zonas específicas del cerebro, donde interactuarán con diferentes tipos de receptores (colinérgicos, GABAérgicos, glutamatérgicos), canales iónicos (K+, Ca2+) y enzimas (adenilato ciclasa, acetilcolinesterasa), produciendo una variedad de actividades farmacológicas.
En la administración por vía nasal, además de la absorción a través de la mucosa respiratoria, es importante también la absorción a través de la región olfatoria y la percepción del olor. A diferencia del resto de los sentidos, el estímulo olfativo accede directamente al cerebro, en concreto a la corteza primaria y al sistema límbico, en particular la amígdala y el hipocampo, generando una respuesta inmediata tanto en relación a la percepción del olor como emocional. De este modo, un olor según sea percibido como agradable o desagradable y sea relacionado con alguna experiencia anterior puede también afectar al control hipotalámico de hormonas y neurotransmisores.
La evaluación del efecto que provocan los aromas en nuestras emociones se realiza a partir de apreciaciones tanto subjetivas (agrado-desagrado, intensidad, …) como objetivas. Estas últimas se refieren al estudio de las respuestas generadas a nivel de SNA tras la olfacción del aroma (frecuencia cardíaca y respiratoria, presión arterial, conductancia de la piel, frecuencia de parpadeo, …), y al estudio del registro de la actividad cerebral (EEG) y de imágenes cerebrales que se ven modificados por los estímulos olfativos.
Varios grupos de investigación han estudiado este tipo de efectos psicofisiológicos tras administración puntual de un aceite esencial o componente puro por vía olfativa. Pero pocos han evaluado las respuestas generadas tras inhalación prolongada (durante un cierto tiempo o número de días) de los mismos.
Los aceites esenciales pueden ser más seguros que otros fármacos convencionales empleados en el tratamiento de afecciones del SNC: antipsicóticos, inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, benzodiacepinas, etc…. No obstante, si bien en la actualidad se dispone cada vez de más estudios clínicos en relación al empleo de aceites esenciales en diferentes trastornos del SNC: demencia, ansiedad, depresión, trastornos del sueño, entre otros, lo cierto es que pocos reúnen los criterios de rigor adecuados. En algunos estudios, especialmente los más antiguos, la caracterización química de los aceites esenciales ensayados es insuficiente.

Bergamota (Citrus berrgamia). Foto: K reger (licencia CC)
Entre los aceites esenciales que han sido objeto de un mayor número de estudios sobresale el de lavanda (Lavandula angustifolia), que ha evidenciado actividades sedante, ansiolítica, antidepresiva y anticonvulsivante, debidas en buena parte a su componente mayoritario linalol. Este compuesto modula la transmisión glutamatérgica actuando como antagonista competitivo del glutamato sobre los receptores NMDA y disminuyendo la liberación de glutamato inducida por potasio. En el hombre, la inhalación del aceite esencial de lavanda provoca una disminución de la presión arterial, frecuencia cardíaca y temperatura de la piel, así como un incremento de la actividad alfa y theta en diferentes regiones cerebrales y una mejora del estado de ánimo, produciendo un efecto de relajación. En clínica, administrado por vía oral, ha mostrado eficacia similar a la del lorazepam y la paroxetina en pacientes con trastorno de ansiedad generalizada.
Por el contrario, el aceite esencial de romero (Rosmarinus officinalis), tras inhalación, produce un incremento significativo de la presión arterial, frecuencia cardíaca y frecuencia respiratoria, junto con una disminución de la actividad alfa y un incremento de la actividad beta a nivel cerebral, aumentando el estado de alerta y provocando un efecto estimulante, que se ha relacionado principalmente con el 1,8-cineol, uno de sus componentes mayoritarios.
Unos de los aceites esenciales que cuentan con una larga tradición de empleo por sus efectos relajantes son los obtenidos a partir de diferentes especies de Citrus, tales como el de limón (C. limon), flor de azahar (C. aurantium), naranja dulce (C. sinensis) o bergamota (C. bergamia). En general, tras inhalación, provocan una disminución de la presión arterial y frecuencia cardíaca, así como un efecto relajante, disminución del estrés y ansiedad, y mejora del estado de ánimo. Estos efectos son debidos, en parte, al limoneno, el cual, tras administración oral en rata, disminuye de forma significativa la concentración de glutamato en cerebro e incrementa la de GABA. En condiciones de estrés inducido en rata, el limoneno reduce tanto el nivel de serotonina en hipotálamo y amígdala como el de corticosterona en sangre.
Otros aceites esenciales interesantes por sus efectos sobre el SNC son, por ejemplo, los de hoja de melisa, hoja de menta piperita, ciprés, flor de jazmín, rosa, o salvia española.
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